domingo, 12 de octubre de 2008

Sin título 1


08.10.08

A las 6.45 pm llegué a mi casa y las sombras jugaban con el rojo de la puesta de sol.
Ella discutía con él que estaba parado frente a ella en la otra vereda. Los autos pasaban sin cesar por lo que gritaban pero no podia oirse bien lo que decía cada uno. Ella fumaba sin cesar y lloraba descontroladamente. El la miraba fijamente tratando de entenderla. Sus ojos se desviaban constantemente al sol que se iba escondiendo: -¡Falta poco para que se esconda el sol!- le gritó. Ella apagó el cigarro a medio consumir y cruzó la calle corriendo. Lo abrazó, le dio un beso y le dijo que lo quería, pero ya era momento de partir. El asintió con la cabeza y se entró en la casa. Ella lo vio alejarse y se fue caminando hasta que su figura desapareció en la sombra. El sol ya se había escondido.
Cuando el entró en la casa soltó las lágrimas que había contenido durante la conversación y comprendió que era hora de dejarla partir. Sus ojos vivirian para siempre en los suyos y le tranquilizó pensar que muy pronto la volvería a ver; en otro tiempo, en otra hora, en otro segundo, en otra vida.

1 comentario:

Jaime Grijalba dijo...

Espero la segunda parte, con un final feliz.